Thursday, March 13, 2008

A l c a n t a r i l l a d o






La alcantarilla esta ahí, debajo hay fermentación y cucarachas sonrientes. Y aquí estoy yo, sobrio y mirando cómo los autos pasan sobre ella. El alcantarillado por debajo de los motores es igual a los ganglios linfáticos por debajo de la piel. Ayer me drenaron y hoy estoy pensando en tu sexo. Adoro ese crujir de tu aparato ortopédico. Me encantas Merla. Y si estuvieras aquí te lo haría arriba de la coladera. Ámame sobre la coladera y que nos atropellen neumáticos viejos. Me importa un pepino si tu padre ha tenido un derrame cerebral, yo te deseo y lo haré siempre. Esto es un crimen, ¿dónde te has metido? Quiero empezar a contar los litros de tu vejiga, lamer tu sudor y portarme bien. Dime ¿Cuándo volverás? Quiero ducharte y enjabonar tu espalda. Puta madre, estoy aquí parado enfrente de una coladera que también me recuerda a tu madre. Corazón, esta noche bailaré entre huesoso blandos. Luego, les cortaré la cabeza a todas las cucarachas para después ahogarme en la espalda de algún hombre. Por aquí nada está bien, pequeña zorra. Lo que en realidad me importa es lo que te has llevado debajo de tu falda, esa pequeña cajita dorada que seguramente ahora contemplas mientras te ríes de mí. Claro, claro, tu papá sufrió un accidente, claro, lárgate sin despedirte.
Arriba, el teléfono suena seis veces y después el Beep de la contestadora Deja tu mensaje maldita arrabalera: Escucha bien, no te he abandonado, son cosas de negocios. Esta vez, no exageres. No me pude despedir de ti porque no sé dónde te has metido estos días. Cuídate y no te pongas pendejo. Te llevaré regalitos, adiós. Abajo, él suspira y piensa en ella. Casi en medio del pavimento, cerca de la coladera, una paloma yace atropellada y desplumada, de su cabeza escurre un chorrito de sangre que se evapora a las tres de la tarde. Gatos descuartizados cuelgan del alambre en oferta, sus calzoncillos se ondulan sobre el departamento. Un perro olfatea los sudorosos pies del sujeto.
Las cucarachas: mis camaradas. Esos insectos que adoran morder tu espalda, igual que yo. Quiero que los perros te olfateen como a mí me olfatea la mesera de enfrente. Sórbeme nena, SÓRbeme con aquella pajita que —seguramente—reposa en tu martini, tan lejos de aquí. El último trago, sorbe mis residuos, y bailemos un rato.


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